lunes, 21 de mayo de 2012

Interminable razón.


Confusión una vez más. Mezclas de todo tipo de sentimientos y sensaciones. Cariño hacía el pasado, dudas del presente, y nulas certezas acerca del futuro. La típica pregunta de "¿hacía donde voy?" que se acentúa pero a su vez se atenúa en un mismo día. Inusual comportamiento de mi intelecto, pero aún así factible.
Por momentos creer saber lo que busco, lo que quiero, y por otros estar en total desacuerdo conmigo misma. Idear sentir tal o cual cosa con firmeza y luego no considerarlo del todo certero, aunque sin dejar de sentirlo de alguna manera, supongo.
Para ser más clara, estoy parada en una ausencia que me entorpece la vista hacía el camino que alguna vez divisé claramente. Como mencioné por allá arriba, pregunto constantemente ¿Hacía donde voy? Y a su vez me contesto con otro interrogante, ¿importa hacía donde vamos? y ahí comienza una discusión interminable en mi razón. Lo que importa es el camino, ¿no? pero, ¿cuál es ese camino? y más importante aún, ¿y si no quiero ese camino para mi vida? y algo aún más relevante, ¿y si el camino que elijo no me escoge a mi?
Considero que es natural atesorar tantas preguntas sin respuestas en mi juicio, lo anómalo es lo mismo que expongo al principio, es que a veces esas preguntas desaparecen, sin respuestas, sin esperarlas, simplemente se van de mi cabeza y no tengo intenciones de cuestionarme tantas cosas, estimo que la vida misma es el camino en si, y que tendré que dejarme llevar hacia donde la misma desee hacerlo. Pero una vez pactado eso con mi yo propiamente dicho, vuelven diferentes interrogantes y así vuelve la lucha interminable en mi razonamiento.
Hasta ahora nada del todo descabellado, todos pasamos constantemente por este tipo de situaciones, o al menos me consuela pensarlo. Pero con los sentimientos, ¿pasa lo mismo? ¿Es lo mismo pensar que sentir? En la famosa pelea del corazón contra la razón, ¿quién gana? y en el caso que no haya una pelea y que ambos convivan en armonía entre ellos, ¿qué pasa con los sentimientos? Los pensamientos allí van, sobrevolando y cambiando diariamente, pero los sentimientos no cambian de parecer tan fácil como lo que pensamos. Los sentimientos se sienten y uno no siente lo que quiere sentir. Siempre se piensa lo que se quiere pensar, pero nunca, o para no ser tan extremista, esporádicamente se siente lo que se quiere sentir. Y allí en algún lugar profundo del alma nacen nuevas preguntas y nuevas discusiones, ¿Qué me pasa? ¿Qué siento? ¿Qué no siento? ¿Qué estoy empezando a sentir y qué estoy dejando de sentir? Y eso es aún más complicado de resolver, eso es aún más impredecible, eso también lo podemos dejar en manos del tiempo y del destino, lo que no podemos hacer es dejar que no nos angustie. Cuando los sentimientos florecen, ya sean buenos o malos, ya sean confusos o claros, uno se angustia. Se angustia por el cambio de sentir, o por el mismo sentir talvez, o por el cambio de sentir ajeno, que irrefutablemente nos afecta hasta casi destruirnos.
Y días como hoy, con mezclas de tantas entidades llenas y de tantas vacías, de tantas reflexiones y a la vez de tanta libertad de no reflexionar, de tantas contradicciones; necesito respuestas, no, no es cierto, no las necesito, o talvez si, pero no las quiero, o talvez las quiero pero no son necesarias, ¿cómo saberlo?
Una vez más, ¿para qué estoy? ¿Para qué y por qué? ¿A donde iré? ¿A donde iremos todos? algo aún más encantador, ¿con quien iré? Que tengo un largo camino por recorrer es real, pero ¿quién vendrá conmigo en ese camino? ¿Será quien yo mas quiero o quien menos espero que sea? No lo se, no lo sabemos y no lo vamos a saber, al menos no por ahora. Y cuando el tiempo pase y sepamos todas estas disputas, nuevamente nacerán diferentes controversias que tampoco sabremos y algún día también resolveremos.
Los misterios de la vida son lo que hacen que valga la pena vivirla, porque todas estas cuestiones que hoy expongo a través de esta nota no son en vano, sino que hacen ver de lo que en verdad se trata y es, que la vida no se ha hecho para entenderla, sino simplemente para vivirla.

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